20 ene 2009

Ayudar, Compartir, Disfrutar

Los roles de los adultos en relación al juego con los hijos, van cambiando a lo largo del crecimiento. Durante la primera infancia, la ayuda es la función más importante.

En la edad temprana ayudaremos a que vaya acercándose al mundo a través de sus sentidos, a que extraiga todas las posibilidades lúdicas de un juguete, en definitiva; a que descubra nuevas experiencias. Nuestro papel de ayuda se referirá más a motivar y a favorecer un tipo de juego determinado.

A partir de los 3-4 años aproximadamente, acompañaremos más en el juego. Seguiremos guiando y motivando, pero jugaremos compartiendo, no sólo ayudando.

A partir de los 6-7 años, el compartir se convierte en algo más. Es colaborar, es competir, es favorecer un juego en el que permitamos a nuestros hijos que se sientan más iguales en el juego, donde respetemos las normas y ayudemos a que se respeten. Donde ellos puedan mostrarse tal como son.

A partir de los 9 años aproximadamente, nos convertiremos en auténticos compañeros de juego. Ya no es tan importante el que motivemos, sino el que nos perciban como jugadores entregados, tanto a la competición como a la cooperación.

No olvidemos que sin goce no hay auténtico juego y además de ayudar, motivar, favorecer, acompañar y compartir deberemos pasárnoslo bien como adultos que somos, disfrutando de la compañía de nuestros hijos y de la del resto de los miembros de la familia.

Para poder jugar a lo largo de toda la vida, deberemos disfrutar juntos jugando.

Nuestros hijos nos perciben, lo mismo que nosotros a ellos y nos sentirán disfrutando a su lado. La capacidad de disfrute que nosotros tengamos, también favorecerá a que en ellos se desarrolle una capacidad lúdica y de disfrute ante la vida, lo que sin duda ayudará a que sean más felices.